abre un camino mejor: vivir de manera práctica frente a nuestros hijos la buena nueva del perdón de los pecados, compartirles activamente de la Palabra de Dios cómo pueden ser salvos, orar con y por ellos, y poner toda nuestra confianza en el único que puede hacer que la fe nazca en sus corazones (1 Corintios 3:6). A menudo, cuando los niños hacen una profesión de fe, tienes que esperar y ver qué está haciendo el Espíritu en sus vidas. Por ejemplo, cuando mi hija Emma tenía cinco años, respondió